sábado, 22 de octubre de 2011

Libia: el día del chacal

Las imágenes conmueven, aún sabiendo que ese es precisamente el efecto buscado. Atemorizar, administrar el terror, escarmentar, advertir, amenazar.
Lo de Gadaffi fue un asesinato preventivo, culminación de siete meses de bombardeos humanitarios. Cuando en pocos meses la opinión pública se convenza de que el Consejo de Transición es incapaz de conducir el país, la ONU tendrá a mano su Resolución y las tropas de EEUU ocuparán Libia. Una formalidad apenas, sólo la fachada de un sistema de derechos que fueron derogados por la imposición de la fuerza. La fuerza es el derecho de las bestias.



















Stella Calloni / Especial para Cubadebate

¿Se puede llamar triunfo de la democracia, la libertad, la razón, a la ejecución brutal del líder de un país, capturado herido, en un territorio arrasado por una invasión colonial, bombardeado día por día desde el 19 de marzo pasado por la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y por los mercenarios y tropas especiales extranjeras llevados por esta coalición de la muerte?

¿A esto y al asesinato de más de 70 mil personas, al asedio y bombardeo durante más de un mes sobre una ciudad pequeña como Sirte le llaman democracia, libertad y razón, el presidente de Estados Unidos Barack Obama y otros europeos, entre ellos el “socialista” José Luis Rodríguez Zapatero de España, sin ningún pudor? Sin olvidar las sonrisas de Nicolás Sarkozy o de Silvio Berlusconi, que hoy festejan en una Europa incendiada por la protesta cuyo futuro es oscuro y trágico, como toda vuelta atrás en la historia.

Obama dijo también que espera “la conformación de un gobierno interino”. Entonces ¿qué gobierno es el que reconoció junto a sus socios en la aventura colonial en agosto psado y el que instó a reconocer en la última Asamblea de la ONU?

¿El mismo que estaba conformado por escasos hombres libios, como mascarón de proa, mientras que la mayoría eran mercenarios de Al Qaeda y cuya bandera monárquica quedó flameando en ese recinto, para deshonra del mundo?.

Todo esto actuado bajo un falso “humanitarismo” para “proteger” los derechos humanos del pueblo libio, al cual los invasores masacraron sin piedad alguna, aplicando atroces torturas y asesinatos, incluyendo racistas, como lo denunció la propia Amnesty Internacional.

La calidad moral y humanitaria de los invasores ha sido claramente expuesta por los escasos seguidores de la verdad, mediante notas, videos, transmisiones directas como lo hace Telesur de Venezuela desde el terreno de los acontecimientos, periodistas verdaderamente libres si la libertad es sinónimo de verdad y desafío al discurso único maniqueo y brutal del imperio.

Es posible que a la izquierda “moderna y “superada” no le guste la palabra “imperio”, aunque no se sabe como le llamen a esto o qué definición existe que reemplace incluso a lo establecido en los diccionarios del mundo.

Lo que sucede en Libia es una invasión imperial-colonial, aprobada por Naciones Unidas, resistida con todo su derecho (universal por cierto) por el pueblo libio y su mejor dirigencia.

La inmoralidad quedaba asentada desde que el 23 de agosto pasado el llamado Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia --organización no creada por el pueblo, al que dejaron fuera de toda decisión, sino por las potencias invasoras-- ofreciera pagar un millón 600 mil dólares y amnistiar a quien “mate o entregue vivo” al líder libio Muamar El Gadafi.

Desde el momento en que el 19 de marzo pasado Francia y Gran Bretaña comenzaron a bombardear Libia con la OTAN detrás. adelantado la intervención en gran escala a partir del 31 de ese mes, la “mano extranjera” fue la ejecutora del plan maestro de Estados Unidos con el objetivo de apoderarse del petróleo, el gas, el oro, el agua, las reservas de más de 270.000 millones de euros, que ingenuamente Gadafi, creyendo en la “decencia europea”, depositó en sus bancos.

Y detrás también está el proyecto estadounidense de golpear al euro, y de control de Africa, con la creación del Comando Africom, mediante un diseño absolutamente recolonizador y una extendida Doctrina Monroe, destinada a la colonización de América Latina en el siglo XIX (1823) y rescatada en pleno siglo XXI por el aspirante a candidato a la presidencia del Partido Republicano Mitt Romney, quien el pasado 7 de octubre sostuvo que Dios había creado a Estados Unidos para dominar al mundo y advirtió que su país “debe conducir al mundo o lo harán otros”.

El pueblo europeo será también otro gran perdedor en esta y otras guerras. Los gobiernos de Europa sustentaron el diseño fascista del control del mundo que reconocen dirigentes como Romney en Estados Unidos, que es a la postre el país que se quedará con lo mejor en el reparto criminal de los restos de un país arrasado con el silencio cómplice del mundo. Hoy mismo por CNN había quienes exigían una actuación similar a la de Libia contra Cuba, Venezuela y otros países. El fundamentalista Romney no está solo en el país del Ku klux Klan y del Tea Party y los terroristas cubano- americanos de Miami que bien acompañan a los lobos aullantes del sistema.

Miles de bombardeos han arrasado la infraestructura moderna creada por Gadafi en beneficio de su pueblo, al que sacó de las tinieblas del colonialismo y cuyo nivel de vida-reconocido por organismos internacionales- era el más alto de la región.

Ahora las empresas de los aliados de la OTAN se disputan también la “reconstrucción” del país que destruyeron, lo que será pagado con el dinero robado y saqueado a los libios.

Durante más de ocho meses los bombardeos mataron a miles de personas, dejando gravemente heridos y mutilados a otros miles mientras los mercenarios violaron a mujeres, torturaron y ejecutaron bajo atroces sufrimiento a una buena parte de la población negra. Y todo esto en un país de poco más de seis millones de habitantes.

¿Qué hará el fiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo ante los crímenes de lesa humanidad cometidos por los invasores de Libia?

Quizás si accionara como corresponde remediaría en algo la ilegalidad de su actuación anterior al decidir el juzgamiento de Gadafi y sus hijos cuando la OTAN bombardeaba Libia matando a uno de éstos y su familia, entre ellos tres niños.

Moreno Ocampo acusó a Gadafi por un supuesto bombardeo contra manifestantes en Trípoli que nunca existió, todo a pedido de la ONU para tratar de crear un justificativo falso a su resolución 1973.

El coro de periodistas e intelectuales que repitió este discurso falso no sólo provino de la derecha colonial y tradicional aliada del poder hegemónico sino de algunos sectores de izquierda “socialdemócrata” --si puede haberla-- o centroeuropeístas y de otros tan radicales que su pureza está más allá del bien y el mal, lo que finalmente sirve a las peores causas.

El brutal asesinato de Gadafi televisado como un mensaje de terror muestra de qué se trata la acción “humanitaria” del poder hegemónico en Libia.

El relato único para crear un consenso mundial sobre el tema Libia se desmorona, pero la impunidad que le aseguró el aterrador silencio de la comunidad internacional, salvo dignas y honrosas excepciones hará que ahora sea uno de los “modelos de acción” que se intente imponer sobre aquellos países del mundo en proceso de liberación o desobedientes a las órdenes de Washington.

O de Wall Street, como sea que sea la verdadera esencia imperial que avance en esta expansión sin fronteras en el mundo soñada por el más delirante fundamentalismo de las últimas décadas, en lo que también se esconden las decadencias, las crisis morales y económicas, los cantos de sirenas, que finalmente sólo son cantos fatuos, sirenas falsas.

En la lista de los “próximos” siguen varios países además de sus actuales intentos contra Siria y el burdo complot que le atribuyen a Irán, que hace aguas por todas partes, tanto que hasta fue cuestionado por congresistas de Estados Unidos.

Por lo pronto vemos la alegría de los mercenarios que esperan repartirse el botín de la recompensa,que seguramente quedará en manos de los jefes de las tropas especiales --tan criminales como ellos-- de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y otros.

La OTAN ha creado un héroe, un mito, una leyenda que comenzará a andar por los caminos y las cuevas, por el desierto, por los silencios plagados de murmullos de un pueblo que llora a escondidas la muerte de su líder y de todos los que han perecido para que los invasores cumplan su objetivo de no dejar nada en pie, salvo los bienes por los que llegaron en nombre del “humanitarismo”.

La resistencia heroica obligó a los atacantes a mostrarse ante el mundo cada vez más como fuerzas invasoras y se hizo evidente el uso de mercenarios llevados al lugar con la implicancia que esto tiene para el pueblo libio.

Gadafi ha pasado a la eternidad, porque su asesinato miserable, cobarde y cruel, termina convirtiendo al líder libio en un modelo de dignidad para la resistencia que habrá de continuar sobre escombros y cenizas, como sucede en Afganistán e Iraq (a diez años y a ocho años después de sus invasiones) pero esencialmente sobre la memoria del genocidio de un pueblo que nunca olvidará y que nos reclama solidaridad.

viernes, 21 de octubre de 2011

Lo equitativo que tienen las sociedades en la actualidad

El pensamiento hegemónico se considera infalible, prescriptivo, universalizante, neutral, atemporal e inapelable. Aunque la crisis lo ha puesto en crisis y aparecen aquí y allá voces discordantes, lo cierto es que no ha sido desalojado del centro y la lucha por las significaciones recién empieza.

Ello puede apreciarse, por ejemplo, en el reemplazo generalizado del concepto de igualdad por el de equidad, habiendo invadido este último el lenguaje general, el de las ciencias sociales, cierto pensamiento progresista y el de la burocracia internacional.
Los documentos y planes del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional, teñidos de una supuesta neutralidad científica, chorrean equidad en términos de buenas intenciones, aunque sabemos que seguir esos programas significa avanzar hacia lo contrario y sabemos también que aunque la cuestión sobre la (nula neutralidad) de las ciencias sociales sea un tema resuelto y archivado desde décadas atrás, se insiste con lo mismo como si nada. 
Esta batalla de significaciones se produce en una etapa de la historia donde el inglés y la tradición anglosajona se han impuesto sobre otros idiomas o tradiciones; y donde la ciencia económica ha avanzado hasta pretender convertirse en una explicación general sobre el sentido de la civilización y la vida humana.

El concepto equidad es una idea mercantilista de la tradición anglosajona, alejado de “justicia social” y cerca de eventuales merecimientos relacionados con la tenencia de bienes. Aparece junto con el capitalismo, la Revolución Industrial, la constitución específica del Estado-nación denominado Gran Bretaña y lo que Marx denominó “la apropiación primitiva”.
Etimológicamente, equidad proviene del latín aequĭtas, que se refiere a un estado de ánimo, templanza y moderación, la propensión a dejarse guiar por la conciencia antes que por las prescripciones de la ley, más por el amor materno -digamos- que por la ley paterna. El inglés lo convirtió en equity, conservando la “u” latina que el español hace muda. En el siglo XV, el concepto se incorpora al sistema judicial inglés, derivando de aquel estado de ánimo relacionado con la templanza y la moderación a las disputas por la propiedad de bienes resueltas por determinados jueces pertenecientes a las courts of Equity que se diferenciaban de las courts of Law.
En esa época, las grandes mayorías no estaban investidas de la condición de “ciudadanos” y los jueces, equivalentes a los modernos jueces de paz, eran elegidos por sus ingresos y no por haber efectuado estudio de leyes, todo lo cual está retratado en la literatura de la época (Dickens, Defoe, Tackeray, Swift, Fielding, etc.).
Recién en 1928 Gran Bretaña incorporará el sufragio universal (antes de 1971 las mujeres no votaban en Suiza, el país perfecto) entendido como una conquista de los asalariados, ya que hasta ese entonces el voto, la representación política y la administración de justicia estaban calificadas por los ingresos.
El voto y la representación “calificadas” estaban regidas, para la base de la pirámide social, por Leyes de Pobres (la primera, promulgada por Isabel I en 1601) y a la que se sucedieron otras versiones donde el eje consistía en que los desocupados estaban obligados a trabajar bajo distintas penas que incluían el hacha.
Limosnas, asilo, capacitación y trabajo obligatorio, a lo que luego se agregó la imposición de no trasladarse de una ciudad a otra. Esas leyes permanecerán vigentes durante la época victoriana.
La desmovilización producida por el fin de la Guerra de los 30 años, la expansión colonial  y la crisis del cultivo de algodón en los campos ingleses permitieron, a grandes rasgos, que los nacientes capitalistas industriales se encontraran con una gran masa de migrantes internos, desocupados disponibles a la fuerza, que fueron la primera mano de obra industrial de Europa con salarios bajísimos, de subsistencia.
Eran modernos siervos de la gleba.

En este marco proveían equidad los jueces de las Courts of Equity.
A diferencia de la tradición jurídica romana que se instaló en la Europa Continental mediante la ley escrita, la equidad surgió en el derecho consuetudinario (common law) inglés, carente de leyes escritas y Códigos ordenadores (Napoleón – Derecho positivo), y que se basaba en la jurisprudencia: casos considerados similares, resueltos en el pasado y ahora tomados por analogía.
A diferencia de las court of Law, que fallaban para una de las dos partes (gilty, not gilty, por ejemplo), las sentencias de las Equity podían contener derechos y obligaciones para ambas partes, limitándose a fallar según el derecho consuetudinario en litigios sobre fideicomisos (trust), hipotecas, rectificaciones o rescisiones de contrato, indemnizaciones, compensaciones pecuniarias, bancarrota, defensa de marcas o distintivos comerciales. Ahora bien, su carácter eminentemente mercantil y mediador indicaba que cierto sector social, los comerciantes, lograron administrar sus propias leyes como herramienta contra el absolutismo real. Es decir, se inscribía en el proceso de constitución de Gran Bretaña como Estado-nación, anterior a la Revolución Francesa y con sus propias particularidades.
Pero la perspectiva histórica no elimina el hecho de que en determinado momento, durante la década de los ’80 del siglo XX, la equidad se incorpora al plexo de las ciencias sociales y la jerga burocrática internacional paralelamente al proceso de destitución de la idea de Estado y a la imposición de las mismas ideas económicas que regían durante el siglo XVI.

Es cuando John Rawls sostiene: “la relación de los individuos con el Estado es como su relación con cualquier corporación privada con la que hayan celebrado un acuerdo. Así, el acatamiento político se interpreta como una obligación contractual privada con una gran empresa monopólica exitosa, el Estado, que es la agencia de protección que domina en esa sociedad. En general no hay una ley pública uniforme que se aplique igualmente a todas las personas, sino una red de acuerdos privados; estos procedimientos pueden diferir de cliente en cliente según los regateos que haya logrado hacer con la agencia dominante” (Rawls, El liberalismo político, FCE 1993).
El autor, profesor de Harvard, describe con precisión cuál es el papel que se pretende reservar al Estado, en cuyo contexto no todos podrán regatear del mismo modo. Unos cuantos, incluso, ni siquiera estarán habilitados para regatear con lo cual se abre la lógica de la violencia.

En este contexto se plantea la cuestión de la equidad. Vale la pena mencionar que el common law se trasladó al territorio de EEUU junto con la colonización del territorio pero tuvo su virtual defunción cuando Roosevelt promulgó las leyes del walfare.
Operado entonces para un caso individual y no del derecho positivo, se da a cada uno lo que merece, sin especificar quién determina eso que se merece, habilitando que sean "los mercados", o las corporaciones privadas anónimas que administran las prioridades sociales, la creación de nuevas necesidades, y los merecimientos.

Para "merecer" debemos hacernos dignos de un premio o castigo, hacer méritos, etc. mientas que la igualdad se refiere a derechos, por así decirlo, inherentes a los seres humanos, o en todo caso, adquiridos por el hecho de nacer, pertenecer a un país o tener una necesidad.

martes, 18 de octubre de 2011

Parliamo di donne: hoy, un toque de formación

Según veo, un asunto prioritario en la construcción de la organización popular capaz de sostener y profundizar los logros del gobierno nacional es la formación política.

Pero el eje es la acción política, es decir, la política en acto, en cuanto esta refiere a la transformación de la realidad y no a su contemplación. Al poner el eje en la acción, el movimiento nacional en nuestro país se diferencia de los modelos derivados del partido organizado alrededor de alguna de las múltiples variantes marxistas porque estas todavía no han completado el camino que va de una Verdad previa, relevada como premisa religiosa por algunos de sus teóricos, a la singularidad u originalidad que implica transformar la realidad desde la realidad (nuestro país) y no desde el análisis hecho sobre otras y para otras realidades, ninguna de las cuales pasó la prueba ácida del triunfo, lo ya que es mucho.
Por otra parte, no es un dato menor que esos anàlisis teóricos hayan surgido no solo de otros países, sino de naciones que mantienen con el nuestro una relación de asimetría, una relación dialéctica se diría, no solo en el flujo de bienes materiales sino (lo que ahora nos importa) en los simbólicos, las propias ideologías.
Nuestra relación de dependencia se basa en gran medida en el hecho de que los sectores dirigentes, desde la propia constitución de esto llamado Argentina, han tomado como propia la ideología de nuestros dominadores. Esta ideología o cosmovisión o como se la quiera llamar, ha estado en gran medida asociada con el poder económico, pero no solo. "Lo marxista" no escapa a esa caracterización, lo que no significa que la dialéctica de la historia no nos sirva como herramienta para comprender la realidad toda vez que la dialéctica es constitutiva del pensamiento occidental y no un invento de Marx. El materialismo dialéctico, por su parte, ha probado su fracaso.
Algo crucial, sin embargo, nos separa de los marxistas. Para ellos, la "conciencia de clase" se refiere a la adquisición de una determinada ideología entendida como bautismo. Como el saber es una cuestión de adquisición social y asimétrica, sólo determinados sectores sociales los que acceden a ella, por lo cual a veces se da la paradoja de que sectores medios ideologizados llegan a considerarse a sí mismos "vanguardia" proletaria sin serlo. Y no lo son tampoco aunque provengan de los trabajadores asalariados porque esa supuesta conciencia los divorcia de las herramientas reales que el conjunto de su clase se ha dado realmente, por cuanto se abre un abismo infranqueable (incomprensión) entre estas herramientas reales y lo prescripto (como un antibiótico) por la ideología.
La conciencia de clase se adquiere cuando las necesidades sociales se convierten en derechos efectivos. Así ha pasado en Argentina, lo que explica por qué el peronismo ha dejado una huella inborrable en amplios sectores.
Estos derechos sólo puede garantizarlos el Estado, toda vez que únicamente éste puede asegurar una igualdad (al menos teórica) entre los individuos que integran una sociedad. En el marxismo se cree lo contrario, pero no hay una explicación unívoca: primitivamente, el Estado era una herramienta de la clase dominante; más adelante, pasó a ser la resultante de la relación de fuerzas al interior del bloque dominante, y antes, se definió que ejerce su poder mediante la hegemonía cultural que genera un sentido común dominante o determinadas significaciones imaginarias.
Estos dos últimos conceptos nos pueden resultar muy útiles para entender la etapa que se abrió en 2003 en nuestro país en varias cuestiones: la recuperación de la autoridad presidencial, cierta rehabilitación del Estado, la lucha contra los medios monopólicos, la incorporación de la dimensión política en el cambio de la relación de fuerzas dentro del bloque dominante.
El tema del rol del Estado adquiere pues centralidad, en la medida que es el campo de batalla donde se define el rumbo del país. El otro gran campo de batalla está en el seno de la sociedad. La utilización de ideas asociadas a la guerra deviene de considerar que la política es lucha, conflicto, porque se trata de imponer una cierta visión y dirección a la sociedad que el Estado ordena, que es precisamente lo que han hecho los sectores dominantes desde que la Argentina existe como tal.
Esta globalización (que no es la primera, según Aldo Ferrer) y las corporaciones multinacionales, han puesto en otro contexto, novedoso, la cuestión del rol del Estado-nación.
Por un lado, el propio Estado-nación es un paradigma europeo, y como tal, ha funcionado como una receta que el mundo imperial aconsejó o impuso al resto del mundo siempre que ello no significara un peligro para la existencia del Uno europeo o del Norte.
Tras la aparición de esos Estados-nación, países como la Argentina se constituyeron en una situación de independencia formal y dependencia estructural real. Desde la plata de Potosí a la soja trasgénica, esta dependencia pasó por distintas etapas que incluyeron un espacio para la industrialización, entre la sustitución de importaciones y la posibilidad de cierto desarrollo autónomo mientras en el mundo cambiaban velozmente la morfología del sector industrial debido a la inovación tecnológica.
El poder supranacional de las corporaciones y el hecho de que los mercados deben determinar las prioridades sociales, coincidieron desde los 80 con los teóricos neomarxistas en cuanto a que el Estado era un obstáculo. Para el mercado o para la lucha de clases. Se desarrolló así, desde la "izquierda" de la ideología, una concepción según la cual las luchas populares son "autónomas" del Estado y que se hace necesario construir un contrapoder "en la base".
Al no incorporar la perspectiva de la dependencia, esta visión objetivamente coincide con la idea dominante de que países como Argentina no tienen otro camino que "modelizarse" en las naciones imperiales y que marchan detrás en esa carrera (como subdesarrollados, de desarrollo incipiente, o emergentes) en una época en la que el poder de las multinacionales ha reducido a la nada el de los Estados-nación, y eso justifica y da sentido al "contrapoder". Como no se trata de un juego teórico, esa visión peca de ver la realidad argentina a través de ojos europeos, porque puede ser cierto que ya se ha agotado la etapa de los Estados-nación en el hemisferio norte pero no sucede lo mismo en el Sur, donde los Estados son el mejor instrumento de los sectores postergados para lograr su inclusión en una sociedad a la que a veces nunca pertenecieron.
Nuestros países no han alcanzado el supuesto de la igualdad (al menos teórica) para todos los integrantes de la sociedad, supuesto constitutivo y central de la conformación de los modélicos Estados-nación del Norte.
Esto abre otra cuestión que escapa a este formato, y es el de las burguesías. Fueron las burguesías europeas las creadoras de los Estados-nación y de la(s) propia(s) Nación(es) con el contenido que hoy le conocemos. Esta realidad histórica (ajena) abrió camino a la creencia de que también países como Argentina debían contar con sus respectivas burguesías nacionales para completar el ciclo y constituir sus propios Estados-nación.
Luego de la Segunda Guerra Mundial se abrió una etapa de descolonización en la que distintos movimientos políticos (policlasistas, dirían los marxistas) condujeron la liberación de distintas colonias pertenecientes a los extintos imperios europeos. Pero estos países no eran, como el nuestro, formalmente independientes sino dependencias de las metrópolis, generalmente gobernados por oficinas de los ministerios de colonias y sujetos en general al expolio de su producción más primaria: los propios "paisanos".
La formalidad institucional permite el funcionamiento del sistema democrático (una dictadura militar sería inconcebible e innecesaria en las naciones centrales), pero con ciertas mediaciones, el sistema colonial sigue en pie. Esa mediación está dada por el poder tradicional, los sectores sociales poderosos cuyos intereses e ideología coinciden con las del imperio, esté o no éste en decadencia. Esa coincidencia ideológica no significa que el poder concentrado realice las mismas tareas fundacionales de sus mentores. Por el contrario, operan en su propio país como capataces, colonizados con privilegios, virreyes, gerentes y garantes de la dependencia.
(Continuará, porque este tema no termina nunca)  

lunes, 17 de octubre de 2011

Ese par de pies humanos

He aquí los pies del Che Guevara luego de haber sido apresado en la Quebrada del Yuro.


No he sido guevarista ni reivindico un método de lucha ni creo que todo pasado fue mejor sino quizás lo contrario.
Me pregunto hasta qué punto el despojamiento humaniza a quien así se despoja.
Se me ocurre, por ejemplo, que como Evita, el Che Guevara despreció los honores pero no la lucha, y ahora advierto que mi ocurrencia es un lugar común.
Hay en esos pies fotografiados cierto martirologio que aunque no invoco, me llevan a asociarlo con una obra de teatro en verso de Calderón de la Barca (1), El Príncipe Constante, que cuenta la vida del Infante Fernando de Portugal, hecho prisionero por sus enemigos.
Esclavizado por los marroquíes, Fernando muere en prisión no sin antes haber pensado, como el Che en Camiri o Evita ante la multitud, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.
En este 17 de octubre de 2011.


(1) Dijo Goethe (El Joven Werther, Fausto, Egmont, etc.) sobre la poesía de Calderón: "Si la poesía desapareciese completamente de este mundo, podría reconstruirse a través de esta pieza teatral". 

domingo, 16 de octubre de 2011

Interesante acción política en la Comuna 5, Boedo

Ayer por la mañana, en un día primaveral y del todo peronista, hubo una movida política interesante en el barrio de Boedo, dentro de la campaña presidencial del Frente para la Victoria, que habilita alguna reflexión provisoria.
La Cámpora, la Casa Social El Sol de Boedo, Comunarte, Agrupación Compañeros y otros colectivos del campo nacional y popular se desplegaron entre avenida San Juan y la cortada San Ignacio con propuestas sorprendentes para lo que es la actividad electoral en la ciudad
La Comisión de Salud de la Comuna 5 (Frente para la Victoria) se instaló temprano frente a Margot, el de los míticos sándwiches de pavita, con mesas, aparatos médicos y hasta una camilla. Los profesionales participantes (cardiólogos, psícólogos, neurólogos, pediatras, trabajadores sociales, bioquímicos) realizaron exámenes a los vecinos que se acercaban, como controles de presión arterial y glucemia, electrocardiogramas, exámenes de memoria, peso, talla y otros. La actividad se centró en la prevención, y la concurrencia de vecinos (decenas) superó los vaticinios más optimistas, lo que marca una carencia en el barrio: aunque el vecino tenga obra social o esté afiliado a una prepaga, no existe en Boedo un Centro de Atención Primaria (dentro del organigrama de la estructura porteña de salud) que trabaje sobre la prevención de individuos sanos, antes de que se conviertan en enfermos.
Los profesionales, además, tomaron un micrófono y hablaron sobre accidentes cerebrovasculares, sobre prevención del VIH, calendarios de vacunación, hipertensión, y al final, la referente de salud de la Comuna 5, la licenciada Alicia Rotela, sintetizó la tarea realizada en términos de reivindicar la salud como un bien público y hacer eje en la prevención de la salud como una política pública tendiente a subir la calidad de vida en lugar de curar enfermedades.
Enfrente, jóvenes de La Cámpora llevaron a la práctica un plan de compras comunitarias que intenta resolver el nudo del aumento de los precios de la canasta familiar. La oferta alimenticia es oligopólica y por eso aumentan los precios.
En las cercanías, compañeros de Comunarte repartían volantes y charlaban con los vecinos sobre las elecciones del próximo domingo.
La actividad de la Comisión de Salud marca una carencia del gobierno de la ciudad que se desentiende de la salud pública con los remanidos argumentos neoliberales.
La hegemonía incuestionable del proyecto de país que encarna el kirchnerismo como Cristina a la cabeza está permitiendo, me parece, un avance sobre la fragmentación política territorial que fue la principal razón del triunfo de Macri en la ciudad. Pequeñeces, egoísmos, narcisismo desmedido de los dirigentes barriales, personalismo (llámeselo como se quiera) cristalizaron una fragmentación que ahora parece estar superándose en la práctica mediante una colaboración incondicional entre todos, en pos de un proyecto común que es lo que realmente hay que consolidar.

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