viernes, 22 de febrero de 2013

El gordo JAC se jactaba


En 1979, JAC admitía ante William H. Hallman y James Blyston, funcionarios  de la embajada de EEUU también conocida como La Casa, haber frecuentado tres Centros Clandestinos de Detención.
JAC es Julio Alberto Cirino, y a veces Jorge Abel Contreras. JAC. 
JAC era miembro pleno, especialista en seguridad, de la Fundación Pensar que preside Mauricio Macri y se ve a sí misma , la Fundación, como “la usina de ideas del Pro”. ¿Usted sabe que a esa usina se le caiga una sola idea?
JAC fue detenido por el juez Lijo gracias a la investigación iniciada hace unos años por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación a cargo del doctor Eduardo Luis Duhalde, pero en un principio no se pudo probar su participación por una inconsistencia temporal.

Ahora la Sala II de la Cámara Federal formada por los jueces Cattani, Irurzún y Farah lo condenó a seis años de prisión por haber cometido crímenes de lesa humanidad.

JAC es “el gordo Cirino”, personal civil del Ejército que dirigió el Grupo de Tareas 7 de la Central de Reunión de Información (CRI) dependiente del hoy desactivado Batallón de Inteligencia 601 con sede en Callao y Viamonte. 
También trabajó como experto en seguridad en la embajada argentina en EEUU, con el rango de Secretario, durante el menemismo. Bien pagao.
Página 12 lo define como "topo", un topo de cabotaje.

JAC se jactaba de haber participado en la represión ilegal, y de la facilidad con que se funcionaba en el Estado con alias falsos. 
Reunió su “experiencia” en un libro. 
Argentina, país generoso. 
Estos tipos de la Fundación Pensar, como JAC, pretenden gobernarnos.

jueves, 21 de febrero de 2013

Pensión para víctimas económicas


La senadora De la Rosa, del FPV Formosa, propone entregar una pensión vitalicia a víctimas económicas de la dictadura


Desde 1976 (marzo) en adelante, la dictadura abusó del artículo 6° de la ley 20840 (subversión económica) a fin de rediseñar la estructura productiva de Argentina.
En aquellos años, todos los que se oponían a la política neoliberal de Martínez de Hoz estaban incursos en esa figura con el argumento falaz de que eran subversivos cercanos a las organizaciones armadas.
Se apoderaron, quebraron o liquidaron, sin control legal, cientos de entidades bancarias y financieras, establecimientos fabriles, bienes estatales, viviendas,  barrios enteros, incluso humildes viviendas de trabajadores, sin olvidar los patrimonios muebles.
El poder económico tradicional que representaba Martínez de Hoz se reservó la crema del negocio bancario (primero “saneando” el sistema, concentrándolo, y a continuación desnacionalizándolo) persiguiendo con la ley 20840 a todos los “advenedizos” que se atrevían a competir con los bancos de las familias tradicionales (Shaw, etc.). 
Esta persecución consistió siempre en detenciones ilegales que terminaban blanqueándose con jueces (por ejemplo, Rafael Sarmiento) amigos. A veces hubo Consejos de Guerra, otras no, y en este último caso simplemente se mantenía detenidos a los empresarios ("paseándolos" por todos los centros clandestinos de detención) hasta que se aseguraba la quiebra o cierre o liquidación de la entidad o empresa. En muchos casos, nada de “jueces naturales” sino tribunales (sic) especiales.
Esa política se siguió aplicando en democracia por Domingo Cavallo, continuador ideológico de Martínez de Hoz: la convertibilidad es un desarrollo de la tablita cambiaria.

Lo paradojal es que en 2002 se descubrió que quienes terminarían presos por subversión económica ya no eran esos cientos de empresarios nacionales desalojados y despojados sino los verdaderos sediciosos del orden constitucional y económico y legal, a saber, Martínez de Hoz, Cavallo, Klein, Reynal, Alemann, Solanet, Zimermann y el resto de esa cría de terror: la ley fue derogada con fuerte aplauso del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la ong Poder Ciudadano.
Creo íntimamente que esa gentuza, sin importar el “prestigio” social que tengan sus apellidos, personifica el Mal.
Pero políticamente no se trata de ver en el monumental desplazamiento de empresarios nacionales a partir de marzo de 1976, una lucha entre buenos y malos. Es equivocado el abordaje binario. Sólo se trata, en efecto, de intereses encontrados, y cualquier visión sensata debe prescindir de consideraciones morales. No hay empresarios buenos y malos: sólo hay empresarios. Sucede que a algunos les interesa el mercado interno, y a otros no.
En ese sentido, resultó arduo comprender en esos años que la creación, bajo la conducción de Perón, de un polo empresario nacional alrededor de José Ber Gelbard (a quien se persiguió luego con un ensañamiento poco visto) fue en sí mismo un hecho revolucionario porque cambiaba radicalmente la estructura productiva del país.
Que luego, con aquel caído en desgracia y este fallecido, todo el sector empresario relacionado con el mercado interno se convirtiera en enemigo a través de la aplicación del art. 6° de la ley 20840 muestra el verdadero rumbo, el de ese entonces frente al anterior,y el que se consolidaría luego.
No todo se reduce, entonces a evaluar la posición de Perón respecto de las organizaciones armadas, que reivindican para sí una centralidad de la que carecían aunque su acción hiciera más ruido.

Esas organizaciones pretendían ser "la vanguardia" de la clase obrera pero no lo eran. En muchos casos, sus militantes ni siquiera pertenecían a tal clase, un sector social que precisamente en esos años, por el imperativo tecnológico, estaba en plena transformación. La idea de "vanguardia", se sabe, deviene del conocimiento de la verdad marxista, sin advertir que hay muchas verdades marxistas y por lo tanto cada una de ellas puede verse como vanguardia sin serlo ni remotamente.
Argentina, a pesar de distintas prédicas, carecía de industria pesada, no lograba consolidar un desarrollo autónomo, nunca había logrado desplegar una burguesía nacional digna de tal denominación, y si carecía de mercado interno terminaría siendo una maquila o factoría próspera, que es lo que se pretendió.
La política neoliberal destruyó miles de pequeñas empresas nacionales, destruyó mucho trabajo nacional, y dejó millones de desocupados. Intentó retrotraer a la nación a lo que era en los años ’30: importadora, pastoril, sin mercado interno, con sus grandes mayorías empobrecidas, con un Estado activo en su papel subsidiario, lacayo de esos grandes grupos económicos concentrados: caramelos sí, acero no. 
Pero esa decisión no carecía de sutilezas: se fortaleció a Acindar y Techint por otras razones que he detallado anteriormente. Téngase en cuenta que todo ello al costo de destruir Somisa, la acería estatal, en los primeros ’90.
Esta política se mantuvo sin interrupciones entre 1976 y 2003: el breve intervalo alfonsinista (sólo el de la etapa Grinspun) ni siquiera se atrevió a rozar esos intereses, sólo mostró algunas cartas, verbalmente, pues señores, los radicales...
En esa misma lucha se inscribe el enfrentamiento actual con los grupos dueños del papel prensa, con los tradicionales dueños de la palabra, que no reportarán hoy a esos bribones pero representan (los representan) lo mismo, y muy bien.
Si es cierto que las víctimas de la ley 20840 quizás merecen un resarcimiento económico, y habría que ver de dónde saldrán los fondos, mucho más cierto es que lo merecen todos los que quedaron desocupados por aplicación de esa política anti-industrial.
Que devuelvan lo que se robaron “legalmente”. No resulta lógico pensar en una pensión colectiva mientras a la vez no se repone, por dar un solo ejemplo, el impuesto a las herencias.
En 1976 se usó el argumento de que el oponente del Estado eran las organizaciones armadas. El enemigo era todo el pueblo y la propia Nación Argentina. Es decir, la víctima de esa época fue el pueblo argentino, lo haya entendido así o no, lo entienda o no en el futuro. 
En rigor, aunque quienes más sufrieron fueron los trabajadores, porque para la dictadura toda planta fabril era sospechosa de subversión, el blanco predilecto fueron los sectores medios a los que se disciplinó y reprimió para impedir que volvieran a jugar el rol que habían tenido (no todos, claro) en los 60/70. 
Se los desnacionalizó.  

lunes, 18 de febrero de 2013

Una visión sesgada sobre el acuerdo con Irán

En Argentina no existe conflicto entre árabes y judíos, o entre judíos y árabes, minorías enraizadas en el país desde siempre. En las últimas décadas otras comunidades nacionales de origen asiático y sudamericano se fueron incorporando a este mosaico que es nuestro país.
Me niego a catalogar esta mixtura como racial o étnica: ambos términos tienen un trasfondo sospechoso que lleva directamente a monstruosidades como la de la superioridad aria.
Nuestros mentores o modelos del Norte, por el contrario, se esmeran en sostener las diferencias o prerrogativas basadas en el origen étnico-racial: con una hora de exposición a la CNN se comprueba. En EEUU no tiene similares derechos reales un bostoniano y un chicano, y si usted es de complexión caucásica –en caso de que exista algo así, y para los norteamericanos es sinónimo de “ blanco, de raza europea”- no será tratado en la aduana norteamericana con los modales reservados para los inmigrantes mexicanos. Sin olvidar que ellos son LAS AMERICAS y nosotros tenemos que conformarnos con el mote de SUDACAS.

Dicho esto, me referiré breve y parcialmente al memorándum de acuerdo con la república islámica chiita de Irán que debate el Congreso.
Por un lado, todo lo poco que he leído hasta el momento sobre los atentados a Amia y embajada de Israel me da mala espina y sospecho que las pruebas contra los iraníes, por el primero, son endebles. 
Un ex-juez está procesado junto a dos ex-secretarios de juzgado, y esos procesamientos tienen que ver con la fragilidad de los cargos, como lo demostró un magistrado europeo que juzgó al ex embajador Suleimanpur.
Creo, por lo poco y nada que conozco del lamentable suceso de la Amia, que se toma a los persas por beduinos cuando se sostiene (las frases cortas son efectivas porque generan imágenes instantáneas y de rápida digestión) que “Irán niega el holocausto”.
¿Qué se quiere decir? ¿Que significa “negar”? ¿Por qué “holocausto” sacrificial y no Shoah (catástrofe para el judaísmo) o endlösung (solución final para los nazis)? 
Quiero decir: la civilización persa es milenaria, y repito, los persas o iraníes no son árabes, ni beduinos montando camellos: ¿que es lo que niegan los persas? ¿Se discute el número de víctimas (¿acaso no se lo puede hacer?) o la propia existencia de la Shoah? ¿El Holocausto judío es el único genocidio practicado en el siglo XX? ¿Y los de los armenios y tutsis?
¿Veinticinco mil desaparecidos en Argentina hacen diferencia frente a 30.000? 
Alguien debería explicarlo, comenzando por los propios iraníes.
Por último, no quiero dejar de mencionar que Israel e Irán son dos teocracias de derecha o ultraderecha con un poderoso despliegue militar, y que el gobierno nacional ha desmentido enfáticamente cualquier posibilidad de alianza estratégica con el gobierno de Irán, a diferencia de Venezuela.
El conflicto de Medio Oriente no es una cuestión que nos concierna en tanto y en cuanto su desarrollo no tiene efecto alguno sobre la vida colectiva del país, o sobre el país en sí mismo, aún cuando pueda afectar a decenas o cientos de ciudadanos afligidos individualmente por estima u odio hacia alguno de los contendientes.
Comprendo perfectamente lo que significa Israel para la cultura judía, tan milenaria como la persa, y sabemos que antes de su creación en 1947, los pueblos o clanes o tribus que habitaban Palestina carecían de una identidad nacional digna de tal denominación, aunque hoy puedan identificarse por la negativa, es decir, por el unánime rechazo a la propia existencia de Israel, rechazo que fueron construyendo conflictivamente con el paso de los años, pero esa impugnación parece insuficiente como para constituir una identidad.
Tanto el pueblo palestino como el israelí tienen derecho a habitar libremente el viejo dominio británico, sin desplazados ni refugiados. 
En gran medida, el conflicto puede entenderse como una derivación del mundo colonial, en la que los ingleses colonizadores buscaban afanosamente sacarse de encima a la colonia judía local: el antisemitismo no era monopolio austríaco-alemán, y sobrevive hasta hoy en otros países europeos, como por ejemplo en Holanda: los últimos príncipes de la casa de Orange-Nassau fueron nazis entusiastas que militaron en las juventudes hitlerianas.
Si es cierto que la gran mayoría de los israelíes desciende de emigrados asquenazís europeos, no menos cierto es que para la misma época en que se creó Israel los clanes palestinos (¿el pueblo originario?) no constituían una unidad nacional pero tampoco el pueblo judío la constituía aunque la gran mayoría rememorara la diáspora y la Tierra Prometida como hechos culturales-religiosos históricos.
Estas razones podrán ser tomadas en cuenta como marco de referencia, pero no pueden ser determinantes. 
Israel existe, mal que le pese a los palestinos, y para siempre; y Palestina también existe aunque muchos israelíes consideren que esas tierras les pertenecen en exclusividad desde antes de la diáspora por derecho divino o cultural, o cualquier otro derecho que esgriman: los pueblos palestinos habitan esas tierras desde épocas inmemoriales, contemporáneamente a las tribus de Israel.
Este es en definitiva un hecho político derivado de la etapa de la descolonización donde de a poco se fue armando un escenario insensato de uno y otro lado: los palestinos no pueden sostener que Israel no exista; y los israelíes, que los palestinos no tengan derecho a un Estado propio con fronteras aceptables y reconocidas: la exclusión del Otro mantiene encendida la mecha de la guerra o mejor aún, de la fabricación masiva de armamentos.
Una situación que, por dolorosa que sea, y lo es, no concierne a la Argentina aunque en ella habiten importantes minorías judías y árabes, como en muchos otros países Allá en Medio Oriente, israelíes y palestinos intentan destruirse mutua y graciosamente sin que la situación vislumbre un desenlace razonable.
Con estas prevenciones, la aprobación del memorándum de acuerdo con Irán es un hecho positivo donde el Estado acaba, al menos en parte, con el rol prescindente o de destrucción de pruebas que venía teniendo. No olvidemos que el poder tradicional en Argentina tiene, acaso por empatía con Gran Bretaña, su viejo mandante, rasgos antisemitas.
Lo curioso es que muchos “iluminados” lo ven en el peronismo. Pero esa, esa es otra historia.

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