Norberto Galasso
El
17 de octubre
de 1945 es una fecha clave
en la historia de nuestra clase trabajadora y de todos aquellos que
luchamos por una Argentina mejor. Ese día irrumpen en el escenario
político las
masas obreras ingresando a la ciudad de Buenos Aires desde los cordones
industriales. Su presencia deja perplejos a los políticos e
intelectuales del sistema y muy
especialmente a los integrantes de la vieja izquierda: anarquistas,
socialistas,
comunistas, trotskistas. Jorge Abelardo Ramos ironizaba al respecto
suponiendo
que los socialdemócratas derechizados como Nicolás Repetto se habrán
preguntado:
¿Pero estos son los obreros a los cuales
hemos dedicado tanto tiempo a
enseñarles a comprar porotos baratos en las cooperativas?
No menor fue el
asombro de algunos burócratas sindicales que los días previos visitaban al
ministro de Guerra Eduardo Avalos y al
presidente de facto Edelmiro J. Farrell para negociar que las
conquistas logradas por el coronel detenido no se perderán. Estos, en la
noche del 16 de octubre, habían discutido, en el Comité Central Confederal de la Confederación General
del Trabajo, con los sindicalistas nuevos provenientes de las industrias nuevas
y finalmente habían admitido que se
declarase la huelga general para el
día 18 de octubre. Pero amplias
masas de trabajadores se lanzaron a
caminar su propia historia un día antes y “metieron las patas en las fuentes”
enfrentando a la oligarquía y al Imperialismo personificado en el embajador
Spruille Braden.
La fuerza de los
trabajadores fue advertida por la reacción conservadora, pero también las
nuevas inquietudes habían sido difundidas por Perón y Mercante en las filas del
Ejército y se produjo la división de las
Fuerzas Armadas. La vieja Argentina
concluía su ciclo de semicolonia británica
y tampoco lo sería de los
yanquis.
La vieja dirigencia política claudicante apostaba al coloniaje, pero también existían pequeños grupos, como los forjistas de Jauretche y Scalabrini Ortiz y los trotskistas nacionales de Frente Obrero, orientados por Aurelio Narvaja y los hermanos Perelman en la nueva agremiación de los metalúrgicos. También aparecían los Cipriano Reyes y las María Roldán dispuestas a cerrar el paso al pasado nefasto que moría irremediablemente.
Jauretche dijo
después: “Los trabajadores entraron ese día a la historia argentina y lo hicieron
para quedarse”. Así ha sucedió en “la resistencia peronista”, en los dieciocho
años de proscripción, en los estallidos sociales con el “Cordobazo” a la cabeza
desde el año ‘69 iniciando una marea
social que acorraló a los sectores conservadores y los obligó a abrir las urnas
para que el pueblo se exprese.
Ese 17 de octubre
ya llevaba en germen los programas de La Falda, Huerta Grande, CGT de
los Argentinos y los 26 puntos del
ubaldinismo y allí siguen estando
todavía – no obstante la fragmentación que hoy sufre el movimiento obrero- las bases
fundamentales para los nuevos tiempos
por venir.
Por estas
razones, resulta muy acertada la decisión del Instituto Superior “Arturo
Jauretche” de rememorar aquella jornada gloriosa con recuerdos que vienen
desde distintos sectores de la
militancia popular, estampas ricas y
cálidas que consolidan el optimismo y ratifican el futuro protagonismo de los
trabajadores en otros 17 de octubre que
vendrán seguramente en esta América Latina que va camino de su liberación y su
unificación en una sociedad igualitaria donde se desarrolle plenamente “el hombre nuevo”