jueves, 16 de febrero de 2012

La "Licencia Social" en minería

El término “licencia social” suena bien y consistiría en lo siguiente: si en las cercanías de las mineras a cielo abierto hay vecinos que sospechan sobre la contaminación ambiental que esa actividad produce; les molestan (impacto) las lejanas explosiones y el paso de camiones pesados; o pretenden que los cerros sigan teniendo el exacto contorno que han tenido desde el principio de los tiempos, sería legítimo exigir a las empresas que exploten la zona sólo y en tanto obtengan esa licencia.
Más de un estará tentado de creer que en diez, veinte o cincuenta años, el Famatina desaparecerá por culpa de la actividad minera, y de poderosa cadena de cerros que es (porque no es un pico aislado, de allí que se lo conoce también como Nevados de Famatina) pasará a la condición de sierrita mocha. 
Quienes creen esto sólo han visto la cordillera por fotos o películas, y no tienen idea de las magnitudes de que estamos hablando. ¿Han desaparecido las sierras de Olavarría, de Malagüeño o de San Rafael, por la explotación intensiva de calizas para fabricar cemento y cal, o las de Villa de Soto por la extracción de mármoles azules? Hay que lidiar con gente que, si alguna vez estudió geografía, lo hizo “ de memoria”: ¿San Rafael, en Mendoza, se levanta en el pedemonte de la cordillera de Los Andes? El que responda que sí tiene un cero y se va a marzo. ¿Sabe que diferencia a la cordillera de la precordillera? ¿Famatina forma parte del mismo macizo orográfico? ¿Orográfico se refiere a los lugares donde hay oro?
Pero el tema sigue siendo la “licencia social”. Habría que decir en primer lugar que “licencia social” es una marca comercial registrada, una “trade mark” en inglés, como puede comprobarlo cualquiera gugleando el término. ™SocialLicence.

¿Y por qué? Porque existen empresas privadas dedicadas a facilitar a las mineras, en este caso, la licencia social, del mismo modo que se puede obtener la norma de calidad ISO 9001 tanto para una metaúrgica como para un despacho de café o un preservativo, cuyo cumplimiento mejora las condiciones de competitividad de esa actividad o producto.
A poco de acercarse a la cuestión, la "licencia social" es una badera de lucha de esa “nueva izquierda” para la cual el Estado ha dejado de representar, abarcar y ordenar a la sociedad de la que ha surgido. Y por lo tanto, si el poder se explica por la cercanía o lejanía con ese Estado, es necesario construir un “contrapoder” a nivel de la sociedad civil, la famosa “base” que reivindicara el técnico de futbol Angel Cappa. Me refiero obviamente a la prédica de Toni Negri, Holloway y en nuestras tierras, de Maristella Svampa, muy escuchada en parte de la aturdida izquierda local. Lo expresa así Julio Cardozo, otro cultor local: “Si uno quiere hacer un mundo mejor, no hay que tomar el poder”. La frase suena atractiva, pero sobre todo cómoda y reconfortante, como la máscara política de la antipolítica. Vale recordar que Cardozo escribió en aquellas heroicas jornadas de “que se vayan todos” y fue el punto de partida del asambleísmo jacobino que revolucionó la tranquilidad depredadora de las palomas que anidan en nuestras plazas, avivó el trueque (una actividad simpàtica), aumentó el ingreso de los artesanos con productos símil-originarios y –por qué no- también habilitó la distribución de algún porrito.
Nada parece haber sucedido entretanto.
De todos modos, no puede tomarse a la ligera lo de la licencia social, aunque sea arduo pensar cómo se pondría en práctica. La existencia de empresas privadas que nos ahorrarían el trabajo (la militancia) es una posibilidad a tener en cuenta.
El problema de fondo, entiendo yo, tiene que ver con la construcción de consensos, de estos nuevos consensos que se deben establecer a fin de que el proyecto llevado adelante por el Gobierno Nacional no naufrague.
Nuevos consensos por la aparición de nuevos actores sociales. Hace cincuenta años, a nadie se le hubiera ocurrido que conceder un derecho al sector de la población con elecciones sexuales diferentes forme parte de esos nuevos consensos, por ejemplo. Se le otorgaba una importancia decisiva, en aquel entonces, al concurso de fuertes sectores productivos (trabajadores sindicalizados, empresarios) que eran a la vez actores sociales y económicos. Eso explica en parte por qué en 1973, Perón se volcó abiertamente por los gremios en la lucha por la conducción y el sentido del peronismo que entabló la tendencia (al respecto, es interesante releer con ojos actuales “Montoneros, soldados de Perón” de Richard Gillespie), ya que el anciano general no reconocía (o no podía reconocer, por su formación) a la JP como actor social y político. ¿Lo era?
Es preciso contener de alguna manera a los obsesivos del paisaje, a los amantes del safari fotográfico, a los desconfiados que no toman agua corriente envenenada con cianuro y se sienten tranquilos consumiendo Levité sabor pomelo con bajo contenido de sodio.
Famatina hoy:
Famatina después de la minería a cielo abierto:


Archivo del blog