Reconozco que esta serie de notas puede resultar
extravagante para los mas jóvenes, que no entenderán ni el lenguaje ni sus
significaciones últimas. Para ejemplificarlo, si me dan a elegir entre Man Ray y
Carlos Di Fulvio interpretando “Campo Afuera” o Homero Espósito en “Fangal”,
elegiría sin duda a estos últimos.
Por otra parte ayer un lector anónimo o no tan anónimo me indicaba,
de mala manera, leer a Jauretche. Como si lo que había escrito hubiera sido
contradictorio con el gran observador del pensamiento nacional.
No hace falta que cite a Jauretche, ni a Hernández Arregui,
ni a Puigross, ni a Scalabrini Ortiz, ni a Manuel Ugarte, ni a Galasso. Los he leído, créanme,
pero no es mi estilo citar ni a Jauretche ni
a Sócrates.
Estoy trasmitiendo experiencias personales. Intento explicar
por qué soy un orgulloso kirchnerista y un orgulloso peronista; por qué éste,
el que tenemos, es el camino correcto para tener Patria; intento explicar las
líneas de continuidad entre el peronismo y el kirchnerismo. Se que en este
último hay sectores no peronistas y también otros decididamente antiperonistas.
Pero no importa.
Discutir si el kirchnerismo abarca más sectores, los mismos o
menos que el peronismo no tiene sentido. Uno
y otro están respondiendo a las demandas sociales de su época, dos épocas
muy distintas. Cristina da respuesta a los reclamos de su época, como antes
Néstor.
Aquella sociedad, la de la época de Perón, era más homogénea
y reclamaba demandas más generales o genéricas relacionadas con la agremiación
de los trabajadores, sobre todo los provenientes de las provincias y hasta ese
momento despreciados por los sindicalistas ideologizados. Ideologización que en
general era tributaria de estrategias políticas mundiales.
Desde aquel entonces, el sindicalismo se ha transformado.
Los sindicatos no son partidos revolucionarios, si eso significara algo. Apoyan
a un gobierno que asegura una política capaz de llevar sus cotizantes de 80 a
400 mil; y contrariamente, ven con malos ojos que ese gobierno decida, como
sucede con las actuales políticas de reactivación ferroviaria, ir desarmando el
ingente negocio del transporte por camiones, que obliga al Estado a invertir
cuantiosas sumas en mantenimiento de rutas.
Además, en 40 años, se han convertido, todos ellos y debido
al ingreso mensual que reciben de sus afiliados a través del descuento
obligatorio en sus salarios, en inversores de sociedades anónimas y ellos
mismos se han transformado en prósperas empresas, incluso del negocio de las
pre-pagas. No suena entonces tan extemporáneo que un fallo de la Corte Suprema
argentina contribuya a impedir que una sola línea tenga el monopolio político en
la CGT. Sería peligroso para la supervivencia el gobierno porque acumularía
excesiva influencia, sobre todo en un gobierno como el actual que intenta
romper la inercia política de los poderes constituidos.
Durante el gobierno peronista, no tenían significación las
demandas de minorías sociales y culturales que hoy se han trasformado en
derechos ganados, lo que demuestra que los Kirchner han tenido un buen olfato
para entender a la Argentina real. Que no solo está constituida por minorías
sociales y culturales. Por razones internas y externas, la sociedad argentina está
más fragmentada que hace 20, 30, 40 o 50 años.
Del mismo modo, entre 1955 y 2001 la Argentina asistió a un
paulatino proceso de desindustrialización de característica inusuales, porque
desde la caída de Perón en adelante el Estado asistió a cientos de empresas
industriales en apuros, concediéndole a través del Banco Industrial o Banade,
préstamos prendarios a tasa subsidiada que en general no obedecían a ninguna
estrategia política determinada como consecuencia de lo cual comenzó a crecer
la categoría de empresarios muy ricos con empresas quebradas, entre ellos
Terrabusi, Di Tella, Biolcati Magnasco, Acevedo, Grimoldi. A tal punto que Perón, con Gelbard, había diseñado en 1973 una política a
futuro para estatizar esas empresas agrupándolas en la CEN, Corporación de
Empresas Nacionales. Pero la muerte del Líder y la renuncia del ministro, despedido por Isabelita, echaron
por tierra con ese plan. Obviamente, todos ellos fueron antiperonistas
militantes, sumándose al poder vacuno tradicional. Y Montoneros, a decir
verdad, no fue muy piadoso con Gelbard.
Como ya lo relaté anteriormente, Grimoldi renunció a imponer
marcas nacionales para su producción; y el 40% de las acciones de Acindar
estaban en poder del Estado. Todos ellos, para decirlo en otros términos,
vivían de las tetas del Estado. Pero desgraciadamente, no quedaron constancias
de sus deudas porque los archivos el Banade se incendiaron intencionalmente en
la década del ’90 y plufff, las deudas se esfumaron. Esa es la Argentina que no
queremos ver y que Macri busca congelar con impunidad.
Siendo así, no es casual que Guido Di Tella, con sus
“relaciones carnales” y sus ositos winnie-pooh, fuera un pilar de la política
de entrega del menemismo.
Y Roberto Lavagna, prestigitador de conservadorismo, administró la quiebra de la siderúrgica La Cantábrica antes de que fuera absorbida por Techint y que esta a su vez adquiriera a precio vil la siderúrgica estatal Somisa -creada por Perón- junto con Acindar.
Ernesto Sanz es el actual representante oficioso de Techint.
Y Roberto Lavagna, prestigitador de conservadorismo, administró la quiebra de la siderúrgica La Cantábrica antes de que fuera absorbida por Techint y que esta a su vez adquiriera a precio vil la siderúrgica estatal Somisa -creada por Perón- junto con Acindar.
Ernesto Sanz es el actual representante oficioso de Techint.
Como el signo distintivo de uno y otros período es la inclusión
social y cultural, la continuidad histórica se establece por las sucesivas
incorporaciones a la sociedad argentina: de los sectores medios por parte de
Yrigoyen, del movimiento obrero organizado por parte de Juan Domingo Perón, y
de un amplio abanico de minorías y sectores desplazados de este nuevo
capitalismo por parte de los Kirchner.
El capitalismo, los mercados estableciendo prioridades, expulsan; los gobiernos nacionales y populares incorporan, integran, incluyen. ¿Por otra parte, que son “los mercados”? ¿El exiguo mercado de capitales argentino? Si Macri insiste tanto en que estamos “fuera del mundo”, ¿por qué no invierte sus capitales en el país en lugar de depositarlos en paraísos off shore? ¿Cuál es su obra en la ciudad de Buenos Aires que vaya más allá de hormigonar calzadas y aceras?
El capitalismo, los mercados estableciendo prioridades, expulsan; los gobiernos nacionales y populares incorporan, integran, incluyen. ¿Por otra parte, que son “los mercados”? ¿El exiguo mercado de capitales argentino? Si Macri insiste tanto en que estamos “fuera del mundo”, ¿por qué no invierte sus capitales en el país en lugar de depositarlos en paraísos off shore? ¿Cuál es su obra en la ciudad de Buenos Aires que vaya más allá de hormigonar calzadas y aceras?
Ese, si se puede decir así, es todo el misterio. El centro de los gobiernos nacionales y populares es el ser humano. En el conservadorismo, es el mercado, o los círculos de cualquier color.
Cuando Macri afirma que el salario es sólo una parte del
costo y el gobierno nacional responde
con el salario real más alto de América del Sur se plantea uno de los núcleos duros del la cuestión,
porque si el salario es sólo una parte del costo, para abaratar cualquier bien
es preferible que esa parte del costo se acerque lo más posible al nivel de subsistencia,
o a cero. Es decir, démosle al trabajador lo mínimo indispensable para
sobrevivir. ¡Claro, con un salario igual a “cero” el bien llegaría a su nivel
más bajo!
Pero con un salario
igual a cero, no habría compradores de ese bien. Eso le importa poco a Macri, porque no piensa en términos nacionales sino en mercados globales. 40 millones de compatriotas NO SON NADA.
Parece una verdad de Perogrullo, pero hay varios aparentes
“misterios” que son disimulados por miles y miles de palabras, todos ellos
convertidos, por la magia de la comunicación falaz, en Misterios vaticanos.
Lo que sucede es que Macri pretende que sólo una minoría
tenga acceso a esos bienes, y por lo tanto, en Argentina sobramos 20 millones
de habitantes. Esto, para decirlo de algún modo, es más viejo que la
escarapela.
Lo aclaró un antiguo presidente de la Sociedad Rural en los
años ’60. Claro que en la época de Faustino Fano –que de él estamos hablando-
sólo sobrábamos 10 millones. Lo repetirá Hugo Biolcati Magnasco charlando
socarronamente con Marianito Grondona (ellos, claro, quedaban fuera del los
sobrantes) cuando los prescindibles ascendemos hoy en día a veinte millones... Ellos
–los dueños del poder real- forman parte de una Argentina que se resiste a
desaparecer, y hay que desentrañar por
qué no desaparece del todo: la actitud cambiante de algunos sectores
medios, mas bien su cambiante rol histórico, quizás el desempate que intentó
Martínez de Hoz, se logró en parte. Pero la actual movilización juvenil lo
termina desmintiendo. Néstor Kirchner (que florezcan mil flores) tenía razón.
El rol manipulador de los medios de comunicación masiva
combinado con el reinado del hombre consumidor, algo tienen que ver con esto.
Hace ya unos años que se derrumbó el mito de la “Argentina
blanca”.
Pero a la vez, este país es inmensamente rico y siempre ha estado en la mira de EEUU, desde antes de Perón, cuando el secretario de Estado era Cordell Hull. Por sus riquezas potenciales, porque de hecho terminamos siendo dependientes de una potencia del Brics (Brasil, y es atrevido el giro que está imprimiendo Kicillof al acercarse a Rusia) mas allá de nuestra voluntad, por las ventajas comparativas de su pampa húmeda.
Pero a la vez, este país es inmensamente rico y siempre ha estado en la mira de EEUU, desde antes de Perón, cuando el secretario de Estado era Cordell Hull. Por sus riquezas potenciales, porque de hecho terminamos siendo dependientes de una potencia del Brics (Brasil, y es atrevido el giro que está imprimiendo Kicillof al acercarse a Rusia) mas allá de nuestra voluntad, por las ventajas comparativas de su pampa húmeda.
Sigamos por este camino. Eso es todo. Avanti, morocha. ¡Y feliz día del padre!