sábado, 1 de agosto de 2015

EL "FEROZ" ESTATISMO KIRCHNERISTA





Hoy en día, los conservadores ponen el grito en el cielo por la mera existencia de dos empresas estatales: Aerolíneas Argentinas-Austral e YPF. Esta última, una empresa de derecho privado con mayoría accionaria en manos del Estado. Es que son un bocado suculento.

Dos empresas.

¡Dooooos!
En la lejanísima posibilidad de que el conservadorismo gane las elecciones manteniendo la promesa, (tan lejano que gane como que cumpla) aplicará sobre ellas la “privatización periférica”, política creada por Martínez de Hoz.

Paulatinamente -imaginan- se privatizarán el servicio de catering, la conducción de los aviones y la extracción en los pozos, los simuladores de vuelo, etc., hasta hacerlas inviables de modo tal que en algún momento del futuro no quede otro remedio que privatizarlas por moneditas.

Nadie puede acusar a este gobierno de “estatista”.

Se ha restatizado lo que los particulares abandonaban: Thales (Thomson), Correo (Macri), Aguas Argentinas (Suez), Fábrica Militar de Aviones (Lockheed-Martin). Y hay participaciokn minoritaria en medio centenar de grandes empresas privadas administradas por el Fondo de Sustentabilidad.
Respecto a Aerolíneas e YPF, porque su control estatal es estratégico para el país y los empresarios privados (Marsans en un caso, Repsol en el otro) las habían quebrado. 
Lo que parece demostrar que Cristina Kirchner aprendió de errores pasados (cometidos por otros). Como que Papel Prensa no sea estatal, por ejemplo.


Tampoco Perón fue “estatista”. 
Fijensé que ha sucedido en los últimos 40 o 50 años.

Leemos en “El Estado empresario en la industria argentina” de Belini y Rougier, pág. 169: “Luego de la caída del peronismo en 1955, las ideas liberales y antiestatistas nutrieron buena parte de la políticas desplegadas por los equipos económicos de los sucesivos gobiernos. Sin embargo, aún cuando se intentó limitar su intervención, el Estado tuvo un poder cada vez mayor en la economía. No solo se creó en el período una importante cantidad de empresas públicas; también el Estado fue adquiriendo capacidad para infiltrarse... en muchas empresas privadas, y en ciertos casos dirigió sus destinos en forma directa”.

Anteriormente he subido la lista de las empresas públicas estatales (unas 900) existentes en 1976 según la ultraliberal FIEL, de las cuales sólo una pequeña parte (no más de 100) existía durante los años del peronismo, muchas de ellas –más de la mitad- de propiedad alemana retenidas durante la guerra, una situación que derivó en la creación del Club de París durante el frondizismo.

Además, el ex-Banco Industrial y la ex-Caja de Ahorros, ambas de propiedad estatal, sostenían financieramente a otras 500 empresas.

Ya relaté los casos de Grimoldi, Di Tella y Biolcati Magnasco, que florecieron a costa del Estado. Las deudas que estas empresas tenía con el Estado desaparecieron mágicamente por incendio de los archivos del Banade en 1992, un hecho que obviamente nunca se aclaró. Que quede claro: de esas deudas no quedaron rastro.



En síntesis, si durante el gobierno del “estatista” Perón había unas 100 empresas públicas de bienes y servicios básicos, los privatistas sostuvieron más de 1.400, casi todas de bienes de consumo final. Durante la dictadura cívicomilitar y el menemismo, muchas fueron privatizadas o liquidadas. 
El alfonsinismo finalmente redujo a 8.000 los kilómetros de vías férreas , de los ¡52.000 kms existentes durante el peronismo!  
Los jóvenes que visitan Purmamarca o Tilcara deben creer que fueron los marcianos los que construyeron estaciones ferroviarias en esas localidades jujeñas aunque no corre un tren desde hace tiempo, tanto que ya casi nadie lo recuerda.
Y ahora los mismos conservadores se rasgan las vestiduras por ¡DOS EMPRESAS!


Entre las creadas por Perón estaba la Flota Mercante del Estado, que ya no existe. Hoy el transporte marítimo de contenedores enarbola bandera liberiana o panameña. No es que para formar la flota estatal se hayan despilfarrado las barras de oro atesoradas en el Banco Central, uno de los argumentos preferidos de los conservadores: todos los barcos de la Flota eran de bandera alemana y, anclados en puertos argentinos, habían sido incautados como “propiedad enemiga”. Y unos pocos barcos de Dodero. Hoy no habría con qué recrearla. 
Escuchen, miembros sobrevivientes del PC: alemanes, propiedad del enemigo. Y eso que Perón fue agente nazi.

Lo significativo es develar por qué los estatizantes privatizadores acusan al peronismo de estatista.

Porque el rol del estado es estratégico para definir el rumbo de la nación. Por algo, Videla tomó el poder en 1976 y dio el manejo de la economía a Martínez de Hoz, política que completó el menemismo con apoyo electoral.


Agrego dos situaciones poco conocidas de “Estado liberal”, que no es nada prescindente: por el contrario, es muy activo en sus políticas privatizadoras:

Durante la década del ’30 del siglo XX, los conservadores, es decir, el poder vacuno tradicional, la oligarquía, creó Juntas Reguladoras para intervenir en las economías regionales y contribuir al proceso de concentración: junta reguladora del vino, de la yerba mate, del algodón, del trigo y otros cereales.

Dejó de funcionar “el libre juego de los mercados”. Esa regulación estatal servía a los intereses de los grandes propietarios, los grandes bodegueros, dueños de ingenios, estancieros.

Perón utilizó esas Juntas y las dio vuelta como una media, poniéndolas al servicio de los intereses populares. Esas fueron algunas de “las conquistas sociales que Perón ha establecido” y que los trabajadores salieron a defender el 17 de octubre de 1945. Otras fueron el aguinaldo, las ocho horas de trabajo, el descanso dominical, la sindicalización, la industrialización sustitutiva, la reactivación del mercado interno. Estas políticas inclusivas tuvieron y tienen un núcleo: privilegiar al ser humano por sobre los mercados.



Otra situación silenciada: en la misma época se construyeron caminos (redundantes) paralelos a las vías férreas con diseño de telaraña y centro en Buenos Aires, el puerto. 
La mitad de los argentinos, los que se lo preguntan, no debe saber que esto fue obra de la Década Infame. El Estado le había donado a los FFCC ingleses no solo una ganancia garantizada del 7% anual sino 4 leguas de tierra al costado de cada vía férrea. En esas tierras se abrieron los caminos.
Las dictaduras de la época los abrieron porque, sin abandonar a los ferrocarriles británicos, se promovió la destilación de naftas así como el armado y uso de automotores, sobre todo camiones, de origen norteamericano.  

El ingreso a Argentina de Exxon Mobil (antes Esso), Ford y Chevrolet fue una lucha disimulada entre un poder mundial que se caía, el británico, y otro que surgía, el norteamericano.

Fue cuando Federico Pinedo (tío abuelo del actual) propuso por primera vez la estatización de los ferrocarriles británicos. Los ingleses que Pinedo tan bien representaba pretendían hacer un buen negocio con las líneas férreas imitando, (vaciándolos antes de su entrega), la mecánica del préstamo de la Baring Brothers tomado por Rivadavia donde, como se sabe, las Provincias Unidas recibieron solo una mínima parte de lo pactado y el grueso del préstamo quedó en manos de bancos e intermediarios.

Se rien de nosotros. Macri cree reirse de nosotros, el muy pelotudo. Pero este es el rumbo de la Argentina, el del movimiento nacional en acto.
Desaprendamos lo (mal)aprendido.Cristina lo ha aprendido.


viernes, 31 de julio de 2015

SECUESTRO DE FEDERICO VOGELIUS Y LA REVISTA CRISIS



El editor de la revista Crisis, Federico Vogelius, fue secuestrado en 1977, con fines extorsivos, por un grupo de tareas del Primer Cuerpo de Ejército. Pudo escapar de sus captores, pero en 1978 fue detenido y puesto a disposición del PEN.
Después de un año y medio de dictadura, la escena no resultó extraña a los atemorizados vecinos del barrio porteño de Once. El reloj de Federico Manuel Vogelius, conocido como Fico por sus amigos, marcaba poco más de las cuatro de la tarde cuando, en la calle San Luis entre Pueyrredón y Boulogne Sur Mer, fue interceptado por un grupo de hombres que se identificaron como policías. Vogelius era dueño de la fábrica de laminados plásticos Decopal S.A., en San Nicolás, y de otras empresas. Fue propietario de una cerealera, varias 


madereras, una fábrica de tintas y otras de verduras deshidratadas, de laminación de aluminio y de confección de muñecas. Entre marzo de 1973 y agosto de 1976 había sido editor y sostén económico de la revista política y cultural Crisis, de gran trascendencia nacional e internacional. Además de su actividad empresarial, tenía una conocida pasión por el arte y poseía una importante colección de obras y documentos históricos originales. La acción dura pocos segundos, el tiempo necesario para que los secuestradores lo encapuchen y lo metan en el asiento trasero de un auto. Minutos después, mientras el vehículo se aleja con rumbo desconocido, un Vogelius ciego y aterrorizado escucha la primera pregunta de sus captores: “Vos valés mucha guita, ¿a quién tenemos que hablar para pedirle un millón de dólares?”, le dice uno de ellos. Vogelius les da los números de teléfono y el nombre de Juan Carlos Abatte, gerente de su empresa. Poco después, fuera de los límites de la Capital Federal, el auto se detiene. Lo sacan del asiento trasero del auto y lo meten a los empujones en el baúl. En el trayecto hacen una parada de 15 minutos y los secuestradores abren el baúl. A través de la capucha, Vogelius identifica que, por el tipo de construcción, se encuentra en una dependencia militar. Supone que está ubicada en la zona de Ezeiza. Mientras se encuentra en ese lugar se le acerca otro individuo que, ignorante de los motivos del secuestro, se burla de él: –Así que sos montonero. ¿Te creés Firmenich? –¡No! –responde–. Yo estoy por plata. Me pidieron un millón de dólares. El sujeto se vuelve e increpa a los secuestradores: –¡Entonces me quieren currar! En esa parada le sacan todas sus pertenencias. Reinician el viaje y mientras permanece en silencio en el baúl del coche, escucha que uno de sus captores pregunta: –Principal, ¿no se habrá desmayado? –En ese baúl no se murió nadie –responde otro de los hombres. Antes de llegar a destino, el mismo individuo vuelve a preguntar: –Principal, ¿quién se queda esta noche? A Vogelius lo llevan a un establecimiento de campo, le quitan la capucha y queda al cuidado de dos hombres. Pasa la noche en ese lugar y observa que la finca se dedica a la cría de cerdos. A la tarde del día siguiente, el 30 de septiembre, lo trasladan, nuevamente metido en el baúl del auto, y lo encierran en la habitación de una casa. El lunes 3 de octubre simula una descompensación cardíaca y uno de sus custodios sale a comprar los medicamentos mientras queda custodiado por el otro. El que se queda responde al nombre de “Carlitos” y, según las conversaciones que el empresario ha podido mantener con él, se trata de un policía que participa en la lucha antisubversiva. Se trata Carlos Quiero, a quien Vogelius reconocerá mucho más adelante, cuando ambos estén presos a disposición del Cuerpo I del Ejército, en Palermo. Le pide permiso a “Carlitos” para ir al baño y se escapa por una ventana. Se refugia en una carnicería que está frente a la casa de su cautiverio y el carnicero, a pedido del empresario, sale y llama al gerente de su empresa, Juan Carlos Abatte, al que le trasmite el siguiente mensaje: “Que no paguen, que se escapó”. Luego llama a la policía. El testimonio de su hija, Angelina Vogelius, corrobora la hipótesis de que se trató de un secuestro extorsivo realizado por un grupo de tareas. “A mi padre no le sacan plata. Él se escapa de una casucha en Malvinas Argentinas, frente a Campo de Mayo. Cuando meses después vi a mi padre en Devoto (entonces detenido a disposición de la Justicia militar) me contó que pudo reconocer a dos de los muchachos que lo habían secuestrado. Cuando vio a uno de ellos le dijo: ‘Hola Cacho, o Quique, ¿cómo estás?’. Pero cuando le preguntaron si los reconocía, él dijo que no. No quería reconocer a sus secuestradores porque estas personas estaban también detenidas y tenía miedo de que lo mataran”. Vicente Zito Lema, amigo de Vogelius y director de Crisis, también respalda la hipótesis del secuestro por parte de un grupo de tares: “Él tenía contratada custodia de la Policía Federal o Provincial y creo que son esos custodios los que terminan entregándolo. Yo los conocí porque acompañaba a Fico. Me pedía consejo y siempre le dije que no los tuviera, que no confiara en la policía. Yo no sé muy bien cómo fue, pero creo que la traición viene de la propia custodia. Por lo que él me contó en su momento, tuvo que ser así”. Poco después de escapar, Vogelius declara ante la policía. La descripción que da del lugar donde lo tuvieron secuestrado permite ubicar la vivienda: una casa de la calle Almirante Brown 1125, en Los Polvorines, partido de Malvinas Argentinas, frente a los cuarteles de Campo de Mayo, propiedad de Oscar Luis Gómez, ex sargento del ejército dado de baja en 1960. Los secuestradores. El 4 de octubre, el ex sargento Gómez es detenido en su domicilio y declara que le había prestado la casa a un amigo, el Bebe Bucci, a quien conoce del hipódromo de Palermo porque tienen caballos de carrera que se hallan al cuidado de Eduardo Fortuna. También declara que tiene, en sociedad con el teniente coronel en actividad Enrique Aníbal Solari, un criadero de cerdos en Escobar y que el Bebe, Solari y él fueron juntos a la casa de Almirante Brown en Los polvorines el viernes 30 de setiembre después del mediodía. El ex sargento del ejército 
Oscar Luis Gómez tiene antecedentes policiales por robos reiterados. El 5 de octubre de 1977, dos días después de su huida, desde un helicóptero del ejército Vogelius reconoce la quinta donde fue llevado por primera vez, ubicada en San Vicente, en la zona conocida como “Cruce de Udaondo”. Es la “Cabaña El Jagüel”, que se dedica a la cría de cerdos y caballos de carrera, propiedad del ingeniero Arturo Soler Aguilar, vecino de San Vicente y del ya mencionado Miguel Ángel El Bebe Bucci. La policía encuentra allí una libreta con el nombre de Alberto Tabeye, presunto peón del establecimiento y uno de los que custodió a Vogelius durante su permanencia allí. Tabeye tiene también antecedentes policiales por estafa. El dueño de un almacén cercano declara que Arturo Soler Aguilar, el Bebe Bucci y Tabeye estuvieron en el “El Jagüel” el jueves 29 de setiembre. En la casa particular de Arturo Soler Aguilar la policía encuentra gran cantidad de cajas con elementos de laboratorio. También en la casa del cuidador de caballos Eduardo Fortuna y de Gómez hay cajas similares. En la comisaría, Vogelius reconoce por foto a un presunto médico que lo revisó cuando estaba en Los Polvorines y sufrió una descompensación cardíaca. Se trata de Eduardo Soler Aguilar, 
hermano de Arturo. Eduardo no vuelve a ser mencionado en el expediente que instruye la Justicia Civil. Ese mismo día, el juez que entiende en la causa, Félix Esteban Dufourq, libra la orden de captura de Miguel Angel Bucci (alias El Bebe), el ingeniero Arturo Soler Aguilar y Alberto Tabeye (alias El Turco), todos prófugos. El Bebe Bucci tiene un frondoso prontuario por robos y estafas. En 1974 estaba preso con condena y alguien lo “sacó” de la cárcel, procedimiento corriente en esa época para formar las bandas mixtas (delincuentes comunes, policías y militares) del Terrorismo de Estado. Así lo permite deducir la nota del 28 de noviembre de 1981 donde otro juez –el Dr. Ricardo Solomonof– que interviene tiempo después en la causa del secuestro extorsivo de Vogelius, solicita información sobre las razones de su libertad. El juez Federal Félix Esteban Dufourq, a cargo de la causa, nunca investiga el origen de los elementos de laboratorio encontrados en las casas de los imputados por el secuestro extorsivo de Vogelius. Tampoco a los mencionados en el testimonio de Vogelius, los interrogatorios a los detenidos y testigos. Trata el caso como si fuera un delito común realizado por delincuentes comunes, sin involucrar a los militares mencionados al comienzo de la investigación. Tal vez para evitar que la causa pase a la Justicia Militar, según lo dispuesto por las leyes promulgadas por la dictadura. Ésta sería la razón por la cual el ex sargento Gómez –nada menos que el dueño de la casa de Los Polvorines donde permanece el secuestrado– queda libre a los pocos días por falta de mérito y meses después Dufourq le otorga el certificado de “buena conducta”. El juez 
tampoco cita a declarar al socio de Gómez, el teniente coronel Solari. Sin embargo, el vecino al que pide ayuda Vogelius cuando se escapa, reconoce a Solari como uno de los que acompañaban a Gómez a la casa de la calle Almirante Brown el 30 de setiembre. Luego de su secuestro, y pese a saber que entre sus secuestradores hay policías y militares, Vogelius insiste en reconocer los lugares donde estuvo retenido y a las personas que participaron. Para Vicente Zito Lema, esta actitud de Vogelius –contraria a la habitual entre quienes podían escapar de las garras del terrorismo de Estado– tiene una explicación: “Vogelius no es una persona sin figuración social, es una persona importante desde lo económico y desde lo cultural. Y tampoco es un militante revolucionario que dice voy a volver porque voy a hacer alguna acción revolucionaria. Además hay que tener claro que él quiere quedarse en el país porque tiene sus asuntos económicos y familiares acá, y cree que después de haber pasado lo que pasó, puede quedarse. Lo que él no sabe es que las bandas son autónomas, que podés hacer pactos con una pero no con otra”, dice. Si Vogelius pagó o no por su libertad; si se escapó de su cautiverio o “Carlitos” lo dejó ir cumpliendo órdenes porque Vogelius ya había arreglado con sus superiores, es secundario para los objetivos de este trabajo. Desde luego, no lo es para sus familiares y amigos y los autores de esta investigación respetan la versión de los hechos. Sin embargo, no cabe duda de que se trató de un delito de lesa humanidad con motivación económica. En este sentido, el secuestro extorsivo del empresario Federico Vogelius resulta emblemático en varios sentidos. Además de tener un fin económico, el secuestro lo realiza una banda operativa del terrorismo de Estado en setiembre de 1977 pero sus captores tienen como fin apropiarse del botín. En tercer lugar, Vogelius es una figura pública y director propietario de la revista Crisis, de gran trascendencia cultural y política en esos años. Un emblema cultural. La revista Crisis se publicó entre mayo de 1973 y agosto de 1976. Se editaron 40 números –uno por mes– de alrededor de 80 páginas cada uno. Se distribuyó en la mayoría de nuestras provincias y en librerías de por lo menos 5 países americanos (Bolivia, Perú, Uruguay, México y Venezuela). Difundió, repartidas en cada número, un total de 76 serigrafías creadas por 20 artistas plásticos rioplatenses y otras 50 ediciones facsimilares de periódicos, caricaturas, mapas y documentos ligados a la historia argentina desde el año1550 hasta el año 1842. Cobijó entre sus páginas las obras de decenas de poetas y narradores de todo el mundo e ilustró sus ediciones con trabajos de más de 60 dibujantes, escultores y fotógrafos. Esa propia dinámica que implica un compromiso con la realidad, llevará a la revista a un sinnúmero de problemas con el poder. Su caso es ilustrativo del pensamiento de los militares de esa época. Con respecto al uso de las letras minúsculas en los títulos y nombres propios –un estilo de la diagramación de la revista–, un coronel aseguraba que su uso y el dejar de lado las mayúsculas, escondía el fin de imponer el comunismo al no haber jerarquías, donde todos eran iguales. Aunque Crisis no fue nunca declarada por los militares una revista subversiva, en ella participaron y escribieron algunos intelectuales que sí tenían un fuerte compromiso con las organizaciones armadas, como Paco Urondo, Haroldo Conti, Vicente Zito Lema, Rodolfo Walsh, entre muchos otros. Además, la revista trataba temas de la actualidad nacional y latinoamericana, tales como el golpe militar contra Salvador Allende en Chile o la Revolución Peruana emprendida por el general Velazco Alvarado, por citar sólo dos casos. Por otra parte, tenía una difusión masiva y trataba temas de la cultura popular. Entre los escritores incipientes o poco difundidos hacia principios de los ’70 a los que dio espacio en sus páginas, se encuentran intelectuales que a partir de una década más tarde, la del ’80, entregarán sus mejores obras, como Ricardo Piglia, Liliana Heker, Andrés Rivera. Otro mérito de la revista fue abrir sus páginas a escritores del interior de nuestro país, como Antonio Di Benedetto (Mendoza), Daniel Moyano (La Rioja) y Héctor Tizón (Jujuy). 


“Crisis fue el correlato desde la izquierda de lo que significó Sur desde el pensamiento liberal. Ambas publicaciones condensaron el espíritu de dos momentos fundamentales del país. Uno, el de la preguerra, donde América del Sur y del Norte no se veían como antitéticas. A esa convergencia respondió Sur. Crisis, en cambio, respondió a la posibilidad de transformación ideológica, cultural y política del continente hacia una izquierda progresista”, sostiene Santiago Kovadloff. Otro secuestro, los mismos nombres. Hasta febrero de 1978, la causa por el secuestro extorsivo de Vogelius permaneció en la Justicia Civil. A principios de ese mes comenzó a actuar también la Justicia Militar. Esta intervención coincidió con el secuestro extorsivo de Carlos Aníbal Reyes Terrabusi. Para esa fecha, el teniente Coronel ( R ) Aníbal Héctor Lino Reyes de Roa, gerente de la firma Terrabusi y padre de Carlos Aníbal Reyes Terrabusi, fue citado por el juez Dufourq. En su declaración, el militar negó el secuestro de su hijo. Había elegido otra vía de acción: “A la banda la descubrieron a raíz del secuestro de otra persona amiga nuestra, Tati Reyes de Roa, ya que el padre, siendo también militar, parece que empezó una movida tan terrible que uno del grupo se asustó y los delató a todos.
Ahí agarraron a toda la banda. No parecerían ser muy profesionales, porque secuestrar a una persona que tiene un padre ex militar demuestra una falta de profesionalidad”, dice Angelina Vogelius. El 8 de febrero de 1978, el Ejército detuvo a Alberto Tabeye y Carlos Quiero –el mencionado Carlitos, en la declaración de Vogelius en la comisaría–. Ambos fueron puestos a disposición del PEN. Con posterioridad, Carlos Quiero declararía ante el juez Dufourq: “(…) que fue interrogado y torturado por el Coronel Emilio Pérez González en el I Cuerpo de Ejército en relación con los secuestros extorsivos de Vogelius y Terrabusi; (…) que trabajó en el área de comunicaciones de la Casa de Gobierno y en la empresa de seguridad Copinco; (…) que manejaba información secreta; que es hijo de un suboficial de la Fuerza Aérea”. Vogelius a disposición del PEN. En febrero de 1978, Federico Vogelius también fue detenido por la justicia militar y puesto a disposición del PEN. A partir del testimonio de Angelina Vogelius, otros entrevistados y la lectura del expediente judicial es posible elaborar tres hipótesis sobre esta detención, seis meses después de su secuestro extorsivo. “Lo detienen a Abatte, que era el gerente de la empresa, y a Paco, que estaba a cargo del depósito de la revista. Entonces comienzan las dudas de mi padre. ¿Qué hacer? Nosotros le dijimos ¡Rajá! Mi padre tenía miedo que nos hicieran algo a nosotros, a la familia, a Ana y a mí o a sus nietos. Entonces volvimos y se entregó en Campo de Mayo. Después empezó a peregrinar por distintas seccionales”, relata Angelina Vogelius. “En realidad, primero pensábamos que la segunda detención estaba relacionada con Crisis –agrega la hija de Vogelius–. “Habrán pensado: ‘Este señor debe ser un subversivo porque estuvo publicando esta revista dos o tres años. Una revista notoriamente de izquierda. Y además, viaja mucho al exterior. A lo mejor lleva dinero de la guerrilla’. Esa era otra de las conjeturas que hacíamos en la familia”. Para Vicente Zito Lema, la detención de Vogelius pasó fundamentalmente por su trayectoria cultural: “Vogelius era una persona de la clase media muy acomodada, que creía en los proyectos culturales, que creía que el mundo se puede mejorar, pero no era un militante revolucionario. Era una persona progresista, no tenía ideas marxistas o peronistas revolucionarias. Su manera de pensar el mundo era el socialismo europeo, admiraba mucho a los países nórdicos”, dice. Las hipótesis no son necesariamente contradictorias. A Vogelius lo secuestraron y luego lo detuvieron no sólo porque era un empresario con un importante patrimonio. 

La revista Crisis era un hecho cultural y político muy fuerte y él era el editor responsable. Angelina Vogelius tiene una última hipótesis, que conecta el secuestro con la posterior detención a disposición del PEN. “Después pensamos que todo eso fue para darle un tinte que no fuera relacionado con el secuestro extorsivo. Para darle una forma de legalidad. A mi papá, que tenía un carácter muy cabeza dura, le había dado por reconocer, con un helicóptero, los lugares donde había estado. Eso no se lo perdonaron. Y pasó lo que pasó después. Para mí fue consecuencia solamente de eso, de ese secuestro fallido, que luego lo hayan detenido y lo hayan tenido dos años”, sostiene.
El posterior secuestro –por la misma banda y con idéntico objetivo económico– de Carlos Aníbal Reyes Terrabusi, hijo del teniente coronel ( R ) Aníbal Héctor Lino Reyes de Roa y gerente de la firma Terrabusi, pone en evidencia, por segunda vez, a los integrantes del grupo de tareas y convierte la libertad de Vogelius en un problema. Es posible pensar que la simultánea detención, en febrero de 1978, de Carlos Quiero, Alberto Tabeye, El Bebe Bucci y Arturo Aguilar Soler responde a la misma causa. Pero lo tienen que sacar de circulación y por eso lo ponen a disposición del PEN. Las bandas del primer cuerpo. El discurso oficial de la dictadura militar (1976-1983) y sus cómplices civiles –entre los que se cuentan empresarios, periodistas, jerarcas eclesiásticos y sindicalistas– pretendió explicar el genocidio cometido contra el pueblo argentino con el argumento de que “hubo excesos en la guerra contra la subversión”. La lucha de todos los organismos de derechos humanos, los movimientos sociales, los partidos políticos democráticos y una parte importante de la sociedad argentina y mundial, echaron por tierra esa interpretación. El largo testimonio que Angelina Vogelius dio a los autores de esta investigación sobre el secuestro y cautiverio de su padre es revelador. No se trata de un “exceso” sino de un hecho planificado desde el aparato del terrorismo de Estado: “El proceso contra mi padre lo llevaba a cabo un juez militar, el coronel Emilio Pérez González. Cuando mi padre está detenido, un día yo llego a su oficina y él tenía un organigrama enorme, con todos los nombres; señala uno de los cuadros y dice: ‘Éste es el grupo que secuestró a su padre y son fulano, fulano y fulano, pero no hemos podido saber todavía quién es el jefe del grupo. Lo único que hemos podido averiguar es el seudónimo, que es El Pájaro. Se da la casualidad (esto puede no ser cierto porque es una cosa que yo sentí) que cuando lo investigan a mi papá le dan el expediente al coronel Sánchez de Bustamante y un día estaba hablando con él, en su oficina, sobre la situación de mi padre y me dice: ‘Porque Pajarito...’.
Yo lo interrumpo y le pregunto: ‘¿Qué Pajarito’. ‘Pajarito le decimos a Suárez Mason’ me contesta. Él le preguntó a Suárez Mason por qué Vogelius seguía preso. ‘Porque a mí me da la gana’, le respondió. Esto fue textual; Sánchez de Bustamante me dijo que mientras Suárez Mason estuviera en actividad, mi padre no iba a salir. Estuvo dos años preso”. Mientras estaba domiciliado en Londres, Federico Manuel Vogelius prestó testimonio ante la Conadep (Legajo Nº 7550). Allí dijo: “Que con relación a la causa judicial instruida por el secuestro extorsivo que sufrí a partir del 29 de septiembre de 1977. El coronel Pérez González que presidía el Consejo de Guerra Estable 1/1 me dijo estar encargado de investigar el secuestro del que anteriormente yo había sido víctima. Me enseñó varias fotos de individuos sospechosos reconociendo a uno de ellos que era, precisamente, la persona de la que yo había logrado escapar; el coronel Pérez González me dijo que esa persona era de apellido Quiero. Yo le pedí que me careara con él y así se hizo; Quiero confesó ser uno de los integrantes del grupo que me había secuestrado, pero que el asunto ‘era muy gordo’ y reclamaba garantías para él y su mujer al tiempo que le pedía a Pérez González que averiguara ante el general Suárez Mason si era conveniente que él (Quiero) prestara declaración sobre el tema. El coronel Pérez González me dijo que el general Suárez Mason, como toda respuesta, le había retirado el sumario diciéndole que no se ocupara más del asunto. Mientras estuve detenido en la comisaría de Villa Insuperable, allá por febrero de 1978, mi quinta ubicada en San Miguel fue asaltada y me robaron cuadros, platería y documentación histórica por un valor aproximado a los dos millones de dólares. Que la participación del Ejército en este hecho delictivo resultó tan manifiesta que por eso se encuentran en prisión preventiva el teniente coronel San Román y un secretario de un Juzgado Correccional de esta Capital, de apellido Isasi.

El secuestro –y su posible consecuencia: la posterior detención a disposición del PEN– encuadran al caso de Federico Vogelius dentro de lo que podría calificarse de “delito de lesa humanidad con motivaciones económicas”. Estos particulares delitos de lesa humanidad se han manifestado en tres áreas: a) el desapoderamiento y/o liquidación de empresas en relación directa o indirecta con la reestructuración de la economía en beneficio de grupos concentrados; b) dentro de las empresas, la connivencia entre empresarios y militares, la confección de listas negras de trabajadores, centros de detención clandestinos en los lugares de trabajo y delaciones por parte de los empresarios; y c) desapoderamiento de bienes y propiedades de detenidos y desaparecidos. El secuestro de Federico Manuel Vogelius es, sin dudas, uno de estos casos.

jueves, 30 de julio de 2015

DE MATANZAS Y GENOCIDIOS EN ARGENTINA



Para Mitre, Rivadavia fue “el hombre que se adelantó a su época”. ¿Y que época fue esa a la que se adelantó? La que el propio Mitre pretendió imponer sin éxito a un alto costo, aunque sería más preciso afirmar que no murió del todo mientras la patria no terminaba de nacer aportando una larga lista de muertos anónimos o no tan anónimos.

Y no terminó de morir porque si bien Julio A. Roca, con el ejército de línea, derrotó a Tejedor, el candidato de Mitre, representante del centralismo porteño, con posterioridad Yrigoyen fue desalojado de la Casa Rosada por el pro-nazi general Uriburu en 1930, Perón por la “Revolución Fusiladora” en 1955, y hoy se agazapa con las nuevas herramientas (llamadas con propiedad los “fierros” por Cristina Kirchner) de los medios de comunicación convertidos en el mascarón de proa del poder económico-cultural real. Estos medios expresan y generan opinión favorable a ese poder real, asociado por un lado a los nuevos modos de producción relacionados con la globalización, y por otro con el rol impuesto a Argentina de proveedora de materias primas, sin políticas activas de sustitución de importaciones industriales y medidas estatales contracíclicas.

Si es preciso volver una y otra vez a esta larga historia de apenas 200 años es porque ese viejo poder agrario asociado al Imperio no termina de morir por limitaciones varias de las experiencias nacionales y populares en un mundo que cambia cada vez más vertiginosamente y donde la cooptación de voluntades y consciencias favorables afortunadamente no se produce hoy con la relativa facilidad del terror armado estatal.

Una Argentina “con todos adentro” es opuesta al principio sarmientino de que “nuestro mal es la extensión”, y ese principio sarmientino no cuaja con la acción geopolítica de ocupar efectivamente el territorio tal como lo ejecutó Julio A. Roca, territorio que pertenecía a Argentina con títulos perfectos, como lo demostraron a su tiempo Jauretche, Terzaga y Galasso, entre otros.

Si Roca representaba o no a la aristocracia es otro tema, y en todo caso no representaba a la aristocracia del puerto de Buenos Aires. Además, era por cierto una política entroncada con la idea de Patria Grande, asociada con San Martín y Bolívar.

Si Roca repartió las tierras fértiles del territorio ganado de un modo que no conforma o es motivo de luchas políticas, es otro tema.

Lo que es incontrovertible es que fue Roca el que ocupó efectivamente el territorio actual del país. Para los que no aprecian el alcance de esta afirmación, si Roca fuera un genocida y el territorio al sur de Choele Choel (ocupado por Rosas) no perteneciera a Argentina, Néstor Kirchner no hubiera sido argentino. Quizás fuera manzanero, pero no argentino. Y en consecuencia, no hubiera podido ocupar la Presidencia de la Nación.



Hay una asociación directa entre los conceptos y el poder, por lo que las resignificaciones son una forma de lucha por el poder.

Norberto Galasso, recogiendo datos de J. Martínez Sarasola, hace un relevamiento minucioso de los indígenas de pelea muertos entre 1821 y 1899 por las distintas campañas militares, pero antes es preciso aclarar que:  



1) estaban en pugna dos modos de producción, y los mapuches habían derivado de la agricultura y la recolección a la depredación. Terratenientes chilenos se convertían al saqueo cruzando la cordillera. Olascoaga da varios ejemplos de esta transformación: estancieros chilenos se rebautizaban como capitanejos al frente de malones que arreaban ganado por los valles cordilleranos. Las ricas praderas argentinas eran invalorables para la áspera geografía chilena.



2) Chile necesitaba expandirse hacia el este, y esa política se mantuvo hasta 1982 como mínimo. La ayuda del gobierno chileno a Gran Bretaña durante la guerra de Malvinas no fue un hecho aislado del pinochetismo sino estructural de las clases dominantes chilenas: pocos años antes ambos países habían estado a punto de enfrentarse. Esa era la geopolítica dominante en la época.

En 1876, los mapas oficiales de Chile le asignaban soberanía hasta la línea de Río Negro.



3) En Argentina existieron federales y unitarios del puerto de Buenos Aires así como federales y unitarios de las provincias, centralismo portuario y centralización revolucionaria.

La influencia de Juan Manuel de Rosas comenzó en 1829 y acabó en 1852. Se atuvo, en esos años turbulentos del pueblo en armas, a las fronteras existentes durante la Declaración de la Independencia de 1816. Se cuidó de enfrentarse con el Paraguay, que se sentía ajeno a las luchas del Río de la Plata teniendo un modelo de desarrollo independiente, y con las provincias de la actual Bolivia que en su historia, Mitre desestima mencionar. Rosas tiene estrecha relación con la época de los saladeros y a posteriori se ampliaron los mercados europeos con la exportación de carnes enfriadas. Pero también impidió a Inglaterra y Francia la libre navegación de los ríos interiores en Vuelta de Obligado y Tonelero, libertad que les otorgará Urquiza. Quien condujo a la escuadra anglofrancesa en Obligado fue el comodoro Hotham. El que inauguró el primer viaje inglés por el Paraná en épocas de Urquiza fue el almirante Hotham.

Argentina era un país en formación territorial y jurídica. No hubo en 1816 representantes de las provincias que hoy forman parte de Bolivia (Charcas, Mizque, Chichas, La Plata, Cochabamba), un hecho que San Martín calificó como “inaudito”;

las de las varias comunidades originarias (mapuche, tehuelches, matacos, tobas, mocovíes, wichis);

y tampoco las provincias de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y Misiones que respondían a Artigas, quien reiteradamente se había negado a renunciar a su condición de argentino.



4) Varias tribus “amigas” lucharon junto a Roca y sus generales, así como con San Martín para hacerle la guerra a los españoles.



5) finalmente, es preciso aclarar que si existen datos precisos de los indígenas de pelea muertos en combate es porque heredamos la actividad estatal de la tradición borbónica, dejando constancia escrita de cada decisión tomada, a diferencia de la tradición jurídica angloparlante que se guiaba y se guía por el Common Law. Esto último lleva a EEUU a tomar como héroe nacional al general Sherman cuando se dedicó a la matanza indiscriminada de compatriotas sureños. Y que en nuestro país existan los "notarios" o escribanos, institución borbónica. Y por eso el español tiene su Academia (la RAE) y no hay tal cosa entre ingleses, alemanes, etc.


Las cifras mencionadas por Galasso son las siguientes:



1821-1848 = 7587 indígenas de pelea muertos – 61%

1849-1877 = 1552 indígenas de pelea muertos – 13%

1878-1884 = 2196 indígenas de pelea muertos – 18%

1885-1899 = 1000 indígenas de pelea muertos –   8%



La Campaña del Desierto se realizó entre 1878 y 1885. El último período mencionado (1885-1899) corresponde a la campaña en el Chaco contra abipones, tobas y mocovíes.

Hay mitificaciones y versiones escolares para una actividad, la historia (política del pasado), que es subjetiva como cualquier ciencia humana. Ni siquiera se si las ciencias exactas también tienen algo de subjetivo. En cada época se cree haber llegado a la cima del conocimiento: grave error.
En las versiones escolares se esconde que el coronel aleman Federico Rauch, unitario de las fuerzas de Lavalle, fue derrotado y degollado en represalia por su conducta genocida contra los ranqueles. Esto sucedió en 1829, en el combate de las Vizcacheras.

Resulta imprescindible ubicarse en la época y el lugar en que se produjo el hecho bajo observación, pero esta ubicación no siempre ocurre. Por caso, cuando ocurrió la Campaña del Desierto, el término “genocidio” no existía y Roca (que cumplió la ley nacional n° 947) se hubiera desorientado si lo acusaban de tal “delito” creado para juzgar en Nüremberg a los jerarcas nazis.



Aquí en Argentina, Bartolomé Mitre es el Gran Mitificador porque era un político, y el político de los sectores dominantes. Esos sectores han sido tradicionalmente vasallos del Imperio, y ese cipayaje tiene la particularidad de que el mundo conocido comúnmente como civilización occidental nos ha asignado (su poder nos ha asignado) el papel de proveedores de materias primas...

Mientras escribía que el “mal que aqueja a la República Argentina es la extensión” (calificado como una zoncera criolla por Jauretche) Sarmiento hacía campaña para que la Patagonia fuera entregada a Chile “o a la humanidad”. Los mapuches se habían adelantado, rebautizando “Nuevo Chile” a los territorios patagónicos ganados.

A tal punto era necesario ocupar efectivamente esos territorios que durante cierta época los galeses migrantes que se instalaron en la Patagonia estuvieron a punto de solicitar el protectorado de Su Majestad Británica (hecho relatado por Galasso). Y si no se extendiera hasta la Tierra del Fuego, nuestro país no tendría títulos para pretender soberanía sobre un sector antártico.

Pero lo tenemos, tenemos todo eso. Ahora bien, si Roca fue genocida, ¿que fue Rauch, y que fueron posteriormente Videla y Massera?

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